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jueves, abril 15, 2010

En la estación de las almenas doradas


Fue poco a poco. Nuestras miradas se cruzaron varias veces mientras esperábamos en el mismo andén. La costumbre de tener que esperar a los trenes hace que termines aprovechando el tiempo entre uno y otro. Al fin y al cabo, lo he dicho ya muchas veces, la vida es un viaje; una sucesión de trenes que te llevan, y de andenes donde esperas. Pronto hubo un revuelo de gente a nuestro alrededor. Gente cargando bolsas, charlando animadamente, lugares comunes entre los que se esconden los verdaderos entresijos de las personalidades infinitas que nos rodean. Nos pusimos a hablar y sonreíste tímidamente. Había cierto aura de misterio y magia que te rodeaba y chispeaba. ¡A veces daba calambre! Me gustaba jugar con él y entrelazarlo entre mis dedos, ver cómo fluía, atónito, sin saber muy bien qué decir. Se me estaban olvidando cómo eran aquellas cosas. La fuerza de la mezcla, el contraste de colores, y las lenguas de fuego que juegan por las noches a ver quién se rinde antes y a ver quién hace las sombras más burlescas, las imágenes más atrevidas, las formas más variopintas que amenicen esta espera, que nos hace sentir un poquito más vivos, o un poquito menos muertos.

Fue en un descuido tuyo, creo que mirabas pasar a un desconocido o buscabas entre la multitud una cara que creías haber reconocido, que eché una mirada furtiva a tu billete. Estoy seguro de que lo supe desde el principio, pero no le di importancia. Teníamos que coger diferente tren. Te dediqué una sonrisa cuando giraste la cabeza otra vez, y me la devolviste con un gesto entre afable y divertida. Un tímido beso y esos ojos que no volverán a mirar como miraron y los míos, que no sé si les llegué a dar la oportunidad de mirar como querían. "Las cosas de la vida", acompañado de un guiño. Al menos podremos seguir esperando los trenes en este bullicioso andén, riéndonos entre miradas soñadoras.

Por eso necesitamos andenes y trenes. No disfrutaríamos del viaje si no tuviésemos que esperar al siguiente tren. Y lo bonito que es no saber dónde nos bajaremos la próxima vez, lo que nos encontraremos en la estación que nos toque bajar y la gente que conoceremos por el camino. Al final todo es gente que viaja, y todos viajamos por los mismos caminos. Cojas el tren que cojas, te bajes donde te bajes, espero que disfrutes del viaje, y que lo puedas disfrutar siempre. Seguimos hacia adelante, siempre hacia adelante...

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